El Observatorio de Derechos
Humanos (HRW, por sus siglas en inglés) denunció el jueves el uso de
bombas de racimo por parte de las unidades del Ejército ucraniano contra
la ciudad de Lugansk (este), hecho que tachó de "preocupante".
El HRW, en su informe, destacó el horrendo y previsible impacto humanitario de las bombas de racimo, ya que cuando no explotan, amenazan la vida humana tras el conflicto al convertirse en "minas antipersonas".
Además, exhortó a Kiev a detener el uso de este tipo de armas prohibidas por la comunidad internacional, mediante la Convención contra las Bombas de Racimo de 2008, rubricada por 116 países.
El informe se basa en la misión de observación para Ucrania de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que halló restos de este tipo de armamentos en el distrito de Artemivskyi, una zona residencial de Lugansk, donde los dos ataques lanzados por el ejército el pasado 27 de enero dejaron dos civiles muertos y varios heridos.
La OSCE evidenció que las fuerzas gubernamentales son responsables de los ataques con misiles de racimo, ya que fueron lanzados del norte-noroeste de Ucrania, zona bajo control del Ejército de Kiev.
De hecho, se trata de bombas de racimo 9M55K Smerch, con un rango mínimo de 20 kilómetros, diseñadas para bombardear regiones concentradas, debido a su capacidad de fragmentarse en múltiples pedazos al estallar, y así alcanzan un radio de varios kilómetros.
Desde que el Gobierno de Ucrania lanzara en abril del año pasado una “operación antiterrorista” contra los prorrusos del este, los enfrentamientos entre el Ejército ucraniano y los independistas de las zonas rusohablantes del este del país se han cobrado la vida de más de 5400 personas.
Occidente señala a Moscú como el culpable del conflicto del este de Ucrania que, desde su comienzo en el pasado mes de abril con la ofensiva del Ejército de Kiev, acusándole de enviar tropas a la zona para apoyar a las fuerzas independentistas, alegatos negados en todo momento por las autoridades rusas.
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