jueves, 29 de enero de 2015

Nadie habla de desarrollo humano, de ayudar a las personas a que sean lo que pueden ser, de ayudarles a crecer.

Claudio Naranjo: No voy a hablar de lo mal que está el mundo porque es una obviedad. El mal lo llevamos dentro, está en un cambio profundo en la educación. A veces digo que me siento como una hormiga en una inundación.
No paran las hormigas, no hacen caso de si la situación invita al optimismo o al pesimismo. Hay que actuar, hay que hacer lo que se puede y mientras se puede; así me he sentido durante años.

Exaltamos la competitividad y desatendemos el desarrollo humano
Los responsables políticos al hablar de educación mencionan la disciplina, los conocimientos académicos, la excelencia, la competencia o la autoridad del profesor, “pero nadie habla de desarrollo humano, de ayudar a las personas a que sean lo que pueden ser, de ayudarles a crecer.

No creo que la educación vaya bien encaminada. El fin de la educación es conseguir que las personas lleguemos a ser lo que somos, pero la concepción educativa y el hacer de la educación se empeñan en perpetuar una manera de ser. A esto se le llama socialización, y cuando la educación asumió que este era su objetivo se alejó de su sentido más noble y puro: ser lo que somos y hemos venido a ser.

El mal raíz de la sociedad es la estructura patriarcal, que no es el dominio de los hombres sobre las mujeres, lo cual puede ser un caso de injusticia específico, sino el tipo de mentalidad que esto conlleva, la tiranía de una tercera parte de nuestra mente (lo racional) sobre las otras dos (lo instintivo y lo emocional)”.

“La mente patriarcal es responsable de la inequidad, de guerras, de injusticias, de genocidios. El modelo educativo imperante la transmite automáticamente, sin ninguna reflexión. Tenemos una educación tiránica, portadora de una mente patriarcal que se comporta como si no le interesara el cambio. Una educación amenazante empeñada en las notas para pasar exámenes y en aprender a hacer las cosas por un interés. Una educación que no educa. ¡Cómo va a haber desarrollo humano si se educa en el nihilismo, el egoísmo malsano y en buscar sólo mis ventajas!”.

“Necesitamos educar en el encuentro con el otro”

“La educación apuesta por lo conocido. No apuesta por la evolución, no facilita que cada ser humano sea lo que nació para ser en su totalidad. Mientras que todos somos llamados a ser íntegros en un sentido pleno, la educación se ha convertido en un obstáculo para nuestro desarrollo”.

La educación se convierte en la herramienta perfecta para convertirnos en factores de producción idiotizados y perfectamente adaptables a lo que el sistema quiera, sin embargo, “no existe la idea de adaptarnos a nuestra propia naturaleza”. “Uno de los objetivos de la educación debería ser desarrollar la empatía y el amor al prójimo, lo cual pasa por el autoconocimiento, porque para llegar al otro antes he de llegar a mí mismo. La empatía significa resonar con los valores de otro, es un amor que nos lleva al aprendizaje. Necesitamos educar en el encuentro con el otro, donde hay un tú y un yo y donde reside el misterio del uno más uno igual a infinito. Porque implicarnos con el otro nos hace evolucionar. Pero esto no se hace, la educación se queda en el academicismo y en el dogma”.

“Una plaga transmitida y muy extendida es la criminalización de los deseos y de la espontaneidad”. La infelicidad de nuestra condición está estrechamente relacionada con la infravaloración y represión de la vida instintiva.

Somos una especie ‘autocastrante’ que desde la crianza y durante todo el proceso educativo exige ser bueno, ser así o ser asá. Nos guiamos desde el deber, desde el superego. Tal y como en el mundo civilizado hay un sistema represivo, hemos creado un sistema policial interior y no consideramos que la vida pueda funcionar de otra manera. No creemos en absoluto en la permisividad, en el espíritu dionisíaco”.

El estado de la educación marca el estado del mundo. Por ello, yo no estoy interesado en resolver la crisis de la educación sino en salir del entuerto en el que estamos, y eso sólo puede resolverlo un cambio de conciencia. Hay un ‘sálvese quien pueda’ flotando en el ambiente y por eso es necesario inyectar otra conciencia. De esto se puede y se debe ocupar la educación”. Quizás esta nueva educación deba seguir un modelo tan antiguo y tan alineado con el desarrollo del potencial humano, como el que propone Lao Tse en el poema LXV del Tao Te King:

Los antiguos Maestros ?no intentaban educar a la gente,? sino que, suavemente, enseñaban a no saber. ?Las personas son difíciles de guiar ?cuando creen que saben las respuestas.? Cuando saben que no saben,? encuentran su propio camino.

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