No paran las hormigas, no hacen caso de si la situación invita al optimismo o al pesimismo. Hay que actuar, hay que hacer lo que se puede y mientras se puede; así me he sentido durante años.
Exaltamos la competitividad y desatendemos el desarrollo humano
Los responsables políticos al hablar de educación
mencionan la disciplina, los conocimientos académicos, la excelencia,
la competencia o la autoridad del profesor, “pero nadie habla de desarrollo humano, de ayudar a las personas a que sean lo que pueden ser, de ayudarles a crecer.
No creo que la educación
vaya bien encaminada. El fin de la educación es conseguir que las
personas lleguemos a ser lo que somos, pero la concepción educativa y el
hacer de la educación se empeñan en perpetuar una manera de ser. A esto
se le llama socialización, y cuando la educación asumió que este era su
objetivo se alejó de su sentido más noble y puro: ser lo que somos y
hemos venido a ser.
El mal raíz de la sociedad
es la estructura patriarcal, que no es el dominio de los hombres sobre
las mujeres, lo cual puede ser un caso de injusticia específico, sino el
tipo de mentalidad que esto conlleva, la tiranía de una tercera parte
de nuestra mente (lo racional) sobre las otras dos (lo instintivo y lo emocional)”.
“La
mente patriarcal es responsable de la inequidad, de guerras, de
injusticias, de genocidios. El modelo educativo imperante la transmite
automáticamente, sin ninguna reflexión. Tenemos una educación
tiránica, portadora de una mente patriarcal que se comporta como si no
le interesara el cambio. Una educación amenazante empeñada en las notas
para pasar exámenes y en aprender a hacer las cosas por un interés. Una
educación que no educa. ¡Cómo va a haber desarrollo humano si se educa en el nihilismo, el egoísmo malsano y en buscar sólo mis ventajas!”.
“Necesitamos educar en el encuentro con el otro”
“La educación
apuesta por lo conocido. No apuesta por la evolución, no facilita que
cada ser humano sea lo que nació para ser en su totalidad. Mientras que
todos somos llamados a ser íntegros en un sentido pleno, la educación se
ha convertido en un obstáculo para nuestro desarrollo”.
La
educación se convierte en la herramienta perfecta para convertirnos en
factores de producción idiotizados y perfectamente adaptables a lo que
el sistema
quiera, sin embargo, “no existe la idea de adaptarnos a nuestra propia
naturaleza”. “Uno de los objetivos de la educación debería ser
desarrollar la empatía y el amor al prójimo, lo cual pasa por el
autoconocimiento, porque para llegar al otro antes he de llegar a mí
mismo. La empatía significa resonar con los valores de otro, es un amor
que nos lleva al aprendizaje. Necesitamos educar en el encuentro con el
otro, donde hay un tú y un yo y donde reside el misterio del uno más uno
igual a infinito. Porque implicarnos con el otro nos hace evolucionar.
Pero esto no se hace, la educación se queda en el academicismo y en el
dogma”.
“Una plaga transmitida y muy extendida
es la criminalización de los deseos y de la espontaneidad”. La
infelicidad de nuestra condición está estrechamente relacionada con la
infravaloración y represión de la vida instintiva.
Somos
una especie ‘autocastrante’ que desde la crianza y durante todo el
proceso educativo exige ser bueno, ser así o ser asá. Nos guiamos desde
el deber, desde el superego. Tal y como en el mundo civilizado hay un sistema
represivo, hemos creado un sistema policial interior y no consideramos
que la vida pueda funcionar de otra manera. No creemos en absoluto en la
permisividad, en el espíritu dionisíaco”.
El
estado de la educación marca el estado del mundo. Por ello, yo no estoy
interesado en resolver la crisis de la educación sino en salir del
entuerto en el que estamos, y eso sólo puede resolverlo un cambio de
conciencia. Hay un ‘sálvese quien pueda’ flotando en el ambiente y por
eso es necesario inyectar otra conciencia. De esto se puede y se debe
ocupar la educación”. Quizás esta nueva educación deba seguir un modelo
tan antiguo y tan alineado con el desarrollo del potencial humano, como
el que propone Lao Tse en el poema LXV del Tao Te King:
Los
antiguos Maestros ?no intentaban educar a la gente,? sino que,
suavemente, enseñaban a no saber. ?Las personas son difíciles de guiar
?cuando creen que saben las respuestas.? Cuando saben que no saben,?
encuentran su propio camino.
fuente
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