El molde destituyente aplicado en las “revoluciones de color”,
nuevamente se intenta utilizar en Argentina.
La Plaza Maidán, en Ucrania fue el epicentro de las concentraciones de
manifestantes, casi con seguridad “autoconvocadas” por bien orquestadas
campañas en las redes sociales, con serios indicios (o certezas) de las
participaciones de agitadores profesionales,
y con francotiradores que
añadieron las cuotas de sangre, y subsecuente miedo e indignación, más
la participación de políticos con buena llegada mediática e imágenes con
cierta convocatoria (como Yulia Timoshenko), luego desechados; con todo
lo cual forzaron el derrocamiento del presidente constitucional,
completando eso con una rápida jugada política, en un parlamento
funcional (o cómplice); contexto en el cual muy rápidamente instalaron
otro gobierno, de signo político y orientación geopolítica
diametralmente opuesto.
De un gobierno con fuertes afinidades con Rusia,
se pasó a otro claramente subordinado a “occidente” (EEUU-UE-OTAN). Se
percibe nítida la estrategia de EEUU y sus aliados de rodear las
fronteras rusas con regímenes anti rusos, y amenazantes tropas e
instalaciones de la OTAN.
Fue uno más de los varios alzamientos preorquestados, bautizados como
“las revoluciones de colores”, las que con formatos casi calcados se
extendieron por el norte de África y el Medio Oriente, replicando en
Venezuela, en Hong Kong; y con otros contextos en varios países de la
doliente África.
Lejos de apaciguarse la situación, la violencia en Ucrania no cesa, y
hay signos que podría incrementarse, con actores como la OTAN,
dispuestos a “poner leña al fuego”.
Solo para contextualizar el complejo conflicto, claramente es hoy uno de
los ejes de la reeditada guerra fría, con otros “puntos calientes” como
Siria, Iraq y Afganistán; más otros actos de extrema violencia en
Nigeria y otros países de África. Guerra fría que hoy no es ideológica,
sino de connotaciones casi excluyentemente geopolíticas.
Nítidamente, la abrupta baja en los precios del crudo, es una fuerte
apuesta dentro del marco de la guerra económica, que es otro de los
ámbitos de la “guerra global”, en la cual incluso varios pensadores de
EEUU y del riñón del G 7 (las potencias hoy en problemas económicos y/o
decadencia), indican que algunos influyentes están dispuestos a tensar
la cuerda, aún a riesgo de un conflicto de derivaciones catastróficas.
Ante semejante desatino, no pocos recuerdan que fue la Segunda Guerra
Mundial la que permitió a EEUU salir de la crisis del ’30 y posicionarse
como la gran potencia económica y militar. Pensadores como Noam Chomsky
y Thierry Meissan expresaron sus fuertes preocupaciones, ante planteos
conducentes a ideas similares, por parte de “los halcones” de EEUU y
algunos de sus socios.
La OTAN muestra algunas fisuras, más allá del núcleo duro
neocolonialista, conformado por EEUU, Francia y Gran Bretaña, con
apoyaturas de potencias militares intermedias, como Australia, Saudí
Arabia, Japón, Corea Del Sur y otros.
Haciendo trizas planteos propios del mundo unipolar de fines del siglo
pasado, la clara y muy oportuna alianza entre dos pesos pesados, como
son China y Rusia –concretada al arreciar las presiones económicas sobre
Rusia-, más el mayor acercamiento a ambas potencias de otro gran actor
geopolítico que es India, conforma un mega bloque
político-económico-militar; el cual claramente no se subordina a las
acciones dictatoriales de las potencias neocolonialistas. A ese conjunto
se adicionan otras potencias intermedias, como Bielorrusia, más la
alianza del Mar Caspio (que además de Rusia, integran Kazajistán,
Azerbaiyán, Turkmenistán, e Irán); a lo que debe añadirse el
supuestamente impredecible rol de Norcorea como potencia nuclear, y
potencialmente otros actores menores.
Diversos acuerdos políticos, económicos y militares (no todos van de la
mano), se firmaron o se están gestando en diversos lugares, como los que
involucran a los Estados del sur de Asia, donde la puja de colosos se
verifica centralmente entre China y EEUU, con varios actores de
crecientes importancias.
En África Subsahariana, los esfuerzos de muchos de los numerosos Estados
parecerían luchar por salir del subdesarrollo crónico, pero se
encuentran con las carencias de todo tipo y las resistencias
estructurales –así sean pasivas- que el propio subdesarrollo provoca.
Con muy bajo perfil, China anudó acuerdos comerciales con casi todos
esos Estados, desplazando a EEUU y a la UE por la relevancia económica.
Pero la inestabilidad política y las intervenciones militares directas
de las potencias neocolonialistas –en particular Francia-, más de seguro
múltiples intervenciones encubiertas, más el accionar disolvente de ONGs
transnacionales “ecologistas”, y el componente de conflictos de base o
excusa religiosa, ponen un manto de dudas acerca de como evolucionará el
rol geopolítico del África Central y del Sur. No parece casual que
Nigeria –gran exportador de crudo-, sea uno de los focos de violencia,
en el cual grupos islámicos fundamentalistas con vinculaciones
transnacionales –con evidencias o fuertes suposiciones de ser
“creaciones” de las potencias occidentales-, podrían ser el germen de
una fragmentación política que de concretarse, debilitará a ese país,
que en algún momento pareció llamado a ser importante potencia regional.
En el norte de África y el Asia cercana, las mediáticas “revoluciones de
colores” lograron cambios políticos internos, que eliminaron gobiernos
poco dóciles o “no confiables” para las potencias “occidentales”,
facilitando en gran medida el acceso a los hidrocarburos de Argelia,
Libia e Iraq, a las petroleras de EEUU y la UE.
Por su parte, las petro monarquías del Golfo Pérsico están alineadas con
EEUU y la UE. Eso confiere un rol estratégico particular a otros
exportadores o potenciales exportadores de petróleo y gas natural,
siendo el acceso a esos yacimientos un seguro foco conflictivo de
interés geopolítico.
En todo ese delicado y volátil contexto internacional, los profundos
cambios operados en Íbero América y El Caribe, adquieren importancia
relevante; si bien dichos cambios están siendo fuertemente resistidos
por actores internos ultra conservadores y por presiones externas
visibles y encubiertas, que claramente quieren retrotraer la situación
al statu quo anterior, de “alienación automática” de EEUU y la UE.
Hoy Íbero América dejó de ser el monocorde patio trasero de EEUU, el
furgón de cola del accionar geopolítico de la mega potencia continental.
Sin desmerecer un ápice a las otras naciones hermanas de la región,
queda claro que en Sudamérica tres de los actores claves son Venezuela,
Brasil y Argentina, tanto por el peso de sus economías como por sus
dinámicos roles exportadores, y otros factores concomitantes.
Varios “espejitos de colores” pretenden realinear nuestros países a las
influencias neocolonialistas, con el beneplácito de sectores internos
oligárquicos
ultra conservadores, con el fogoneo de grandes grupos económicos y
corporaciones mediáticas, y con sectores mentalmente cooptados o
doctrinalmente muy confusos, como cierta clase media quejosa carente de
memoria histórica, y los fuertes resabios de la doctrina de la seguridad
nacional y sus cerrados encasillamientos, que tanto daño hicieron
produciendo el arquetipo del colonizado mental clasificable como
“patrioteros de bandera”, quienes en los hechos continúan siendo buenos
ciudadanos…subordinados a EEUU, y son cerradamente incapaces de razonar
con un mínimo de objetividad.
Entre esos “espejitos de colores”, están las presiones para firmar
tratados de libre comercio, como el que pretende rubricar la muy
proteccionista Unión Europea, como quiso EEUU a comienzos de siglo, y
como forzarían las adhesiones a otras alianzas regionales, como la del
Pacífico, la cual como Caballo de Troya acciona contra el Mercosur, la
Unasur y la Celac. En la misma línea están las constantes presiones por
reimplantar el neoliberalismo (al estilo del muy perverso “noventismo”
de Argentina), que solo trajo escandalosa concentración de la riqueza,
caída del PBI, aumento brutal de la desocupación, desindustrialización,
extranjerización de la economía, entrega vergonzosa de la soberanía y
consecuente desdibujamiento de todo rol geopolítico propio.
Esos mismos grupos internos afines a la subordinación explícita a EEUU y
la UE (como llegaron a manifestarse “caceroleros” de clase alta de
Argentina, y como evidencia todo el accionar histórico de entidades
oligárquicas y ultra conservadoras, como la Sociedad Rural Argentina),
evidentemente no terminan de ver con buenos ojos las recientes alianzas
estratégicas, que China y Rusia rubricaron con varios países de nuestra
región, entre ellos el nuestro.
Sin pretender de ningún modo una ruptura con la tríada del Poder
“Occidental” (el G 7 más otros componentes de la UE y actores menores),
es evidente que esas alianzas estratégicas con los dos colosos de
oriente nos son sumamente importantes a nuestros países, y también a
Rusia y China.
Entre otros factores muy relevantes, suele pasar desapercibido para
analistas superficiales, así como ocultado por mercenarios de la
comunicación, que no tenemos ningún conflicto real, ni visiblemente
ninguno potencial, con esas dos principalísimas Potencias Emergentes;
como sí ocurre en cambio con la Unión
Europea y EEUU, que no solo avalan las tropelías británicas en el
Atlántico Sur, sino que amenazaron con internacionalizar la Amazonia,
además de múltiples otras presiones en muchos casos descaradas y
brutalmente agresivas, como la iniciativa de “sancionar a Argentina”
propuesta por personeros de EEUU, por el muy confuso –y doloroso- caso
Nisman; que no fue por cierto el único caso de abierta injerencia
externa en cuestiones estrictamente internas de la República Argentina.
Las fuertes acciones de claro corte subversivo y destituyente,
implementadas por los poderes ultra conservadores (en lo político) y
ultra neoliberales (en lo económico), en contra de un gobierno legítimo,
abarcaron una amplia gama de constantes agresiones mediáticas,
persistentes campañas en las redes sociales, más de media docena de
golpes de mercado especulativos, un feroz paro de la oligarquía
campestre, acciones de esmerilado de anónimos sembradores de odios y
usinas de rumores, maniobras de desabastecimientos, acciones
desestabilizantes de ciertos jerarcas sindicales, cacerolazos “del tipo
del Barrio Norte” (sector de Buenos Aires, de muy alto poder
adquisitivo) con bajas repercusiones sociales; y ahora el intento de
reeditar o promover acciones del tipo de la Plaza Maidán, montadas sobre
la poco o nada fundamentada denuncia contra el gobierno y la súbita
muerte del denunciante. Por cierto lamentable muerte que es muy
funcional al arco opositor de corte neoliberal, a la oligarquía
destituyente y siempre antinacional, y a quienes tras bambalinas los
impulsan.
¡Vienen por reimponer los negociados infames del neoliberalismo,
apropiarse de nuevo de todas nuestras abundantes riquezas,
desarticularnos definitivamente como Estado soberano, y por convertir en
letra muerta el Mercosur, la Unasur, la Celac, y los acuerdos
estratégicos con Rusia y China!
C.P.N. CARLOS ANDRÉS ORTIZ
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos
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