Cada
año aumentan los casos de personas que mueren por los malos hábitos
alimenticios, que incluyen el consumo excesivo de la Coca Cola y demás
bebidas gaseosas, siendo una enfermedad predominante a escala global que
no discrimina la edad, el peso y la adicción conllevada por los
hipnotizados consumidores, quienes nunca se cansan de comprar e ingerir
diariamente los nocivos refrescos en la calle, en el hogar y en la
oficina.
Ya todos sabemos que beber una Coca Cola, produce graves alteraciones
en el funcionamiento del cuerpo humano, que van mucho más allá de las 10
cucharaditas de azúcar que contiene un vaso de la mencionada bebida
estadounidense. Recordemos que la presencia activa de ingredientes
tóxicos en la Coca Cola, abarcan al ácido fosfórico, al color caramelo, a
la cafeína y al agua carbonatada. Todos esos compuestos químicos
producen desmineralización ósea que debilita los huesos y pudre el
esmalte dental, disminuyen la absorción de hierro, agudizan los
problemas gastrointestinales, aumentan los niveles de insulina en el
torrente sanguíneo, incrementan la presión arterial, dilatan las
pupilas, y producen cuadros de ansiedad, nerviosismo e hiperactividad en
los consumidores.
Por desgracia, los alegres consumidores de la Coca Cola terminan
convirtiéndose en enfermos pacientes que son proclives a sufrir
obesidad, depresión, anemia, diabetes, osteoporosis, taquicardia, acidez
estomacal, insomnio y dolores de cabeza. Nuestro organismo NO puede
defenderse ante los efectos secundarios de ingerir las bebidas gaseosas,
siendo inevitable la inflamación del hígado, de los riñones, del
páncreas y finalmente el fulminante ataque al corazón. Sin embargo, los
peligros de las bebidas gaseosas para la salud de las personas, superan
la receta original que envuelve a la Coca Cola, pues el resto de los
engendros comerciales de la mencionada transnacional, también se
encargan de destruir la paz del cuerpo humano.
Es consabido que entre la Coca Cola Light y la Coca Cola Zero se
utilizan una serie de sustancias químicas inestables y potencialmente
cancerígenas, como el aspartamo, el ciclamato sódico, el acesulfame de
potasio, el ácido ortofosfórico, el benzoato de sodio, la fenilalanina y
el metanol, que malogran de forma permanente el sistema cardiovascular,
acrecientan el daño cerebral y pueden provocar tumores pulmonares,
pérdida de la memoria, confusión mental, reducción de la fertilidad,
ceguera temporal, flatulencia, migraña y cirrosis. De hecho, por culpa
de todos esos ingredientes mezclados en la Coca Cola, las personas
corren el riesgo de desarrollar enfermedades degenerativas desde edades
tempranas, como el Alzheimer o el Párkinson.
En tiempos recientes, la Coca Cola manipula las bondades de la
Naturaleza para impulsar las ventas de su Coca Cola Life, que dice ser
100% natural por utilizar la planta Stevia rebaudiana, siendo el
edulcorante predilecto para seguir engañando a los consumidores, quienes
no saben que el refresco cuenta con otros endulzantes, como el jarabe
de maíz transgénico y del eritritol, que aumentan los niveles de glucosa
en la sangre, y son muy perjudiciales para la salud de los diabéticos y
de los pacientes con triglicéridos altos. Ambos compuestos pueden
fermentarse al ser combinados, por lo que la Coca Cola decidió agregarle
más estabilizadores artificiales, en aras de evitar una amarga reacción
química que afecte la compra de la bebida. La cantidad de Stevia en la
Coca Cola Life, ni siquiera llega al 15% de la composición total del
refresco, por lo que es una completa irresponsabilidad que sea vendida
como una sana opción dietética para cuidar el cuerpo.
Hasta la fecha, todas las bebidas elaboradas por la transnacional Coca
Cola, son recomendadas para usarlas en complejos automotores,
metalúrgicos y agroquímicos. Además, los refrescos de Coca Cola sirven
como agresivos detergentes para quitar las manchas de la ropa, para
limpiar el motor de los carros, para eliminar la plaga de los
pastizales, para desinfectar las salas sanitarias, para remover el óxido
de las joyas, para fabricar aparatos explosivos caseros, para pulir los
espejos y desaceitar los terminales de las baterías de los vehículos,
para remover la grasa de las pailas o el sucio de las alfombras, y para
aflojar los viejos tornillos y clavos en tareas domésticas.
Ya existen casos verídicos de personas que perdieron el milagro
fortuito de la vida, por la continua ingesta de litros y más litros de
Coca Cola. Es un secreto a voces que la multinacional estadounidense
intenta silenciar con desesperación, practicando la clásica
desinformación masiva que oculta el trágico destino de los consumidores.
Tenemos las historias de Natasha Harris en Nueva Zelanda o de Paul
Inman en Reino Unido, que son parte de una escalofriante tendencia a
escala mundial. Los exámenes forenses revelaron que la causa principal
del fallecimiento de ambos ciudadanos, fue debido al abuso de beber Coca
Cola por tiempo prolongado, lo que generó la arritmia cardíaca, los
espasmos musculares y la hinchazón de los pulmones.
Queda claro que las bebidas carbonatadas son una maldición para la
salud de la Humanidad, y lo peor, es que la industria farmacéutica
internacional trabaja en mancomunidad con las transnacionales, para
lucrarse de billetes jugando con la enfermedad ajena. Mientras la gente
beba más Coca Cola, habrán más pacientes diabéticos, obesos e
infartados, por lo que habrá mayor demanda de medicamentos, que a su
vez, garantizan mayores ingresos económicos para las clínicas privadas,
los centros hospitalarios y sus codiciosos doctores.
Vemos que el gran negocio de Coca Cola es enfermar a los consumidores, y
se aprovechan de un constante bombardeo publicitario en la TV, para que
los individuos sigan ciegos, sordos y mudos ante la terrible realidad
manifiesta. No dejan que las personas piensen, cuestionen o rechacen la
compra de sus productos, por lo que terminan esclavizados a beber el
insaciable manantial de azufre. Es notorio que los consumidores de la
Coca Cola son dominados con vehemencia por la empresa, pudiendo ser un
síntoma del comportamiento autodestructivo que visualizan muchos de sus
fanáticos, al tener que enfrentar los problemas devenidos en la vida
diaria.
Ante la duda, el equipo de Ekologia.com.ve
encabezado por el periodista Carlos Fermín, decidió salir a las calles
de Caracas y recoger la opinión de 500 venezolanos, que participaron en
una Encuesta Analítica de Respuesta Abierta, para recopilar datos
mediante un conjunto de preguntas, que evaluarán las apreciaciones de
los encuestados y serán interpretados por el investigador. La intención
era que las personas respondieran de viva voz a las tres grandes
interrogantes relacionadas directamente con la ingesta de la Coca Cola, y
así entender los motivos que justifican su alto consumo por la
ciudadanía. Si bien la consulta se hizo en la capital venezolana,
estamos seguros que los testimonios engloban la realidad provista en el
resto de las naciones latinoamericanas, ya que América Latina es la
subregión con mayor consumo de Coca Cola a nivel mundial, lo que permite
extrapolar las respuestas de los consumidores venezolanos fuera de
nuestras fronteras.
La primera pregunta fue ¿Qué prefieres beber, un vaso de agua o una
Coca Cola? El 80% de las respuestas fueron a favor de la Coca Cola, pues
los encuestados dijeron que tiene mejor sabor que el agua, que es más
refrescante en época de calor y que siempre estaba de moda. Allí se
evidencia la alienación mediática y la presión social que genera el
marketing de Coca Cola para mantener enganchados a los consumidores. Un
15% de los encuestados, reconocieron que el agua era mucho más saludable
que el refresco, pero afirmaron que no tenían la fuerza de voluntad
para dejar de consumir las gaseosas, demostrando la consecuente adicción
psicológica que crean esos productos en la mente colectiva. Tan sólo el
5% de las personas, aceptaron beber más agua que Coca-Cola, ya que por
sus propias experiencias aprendieron a distinguir entre lo beneficioso
del agua y lo perjudicial de los refrescos.
Una vez obtenida la respuesta de los encuestados, dimos paso a la
segunda pregunta que fue la siguiente ¿Cree usted que la Coca Cola pone
en riesgo su salud? Para nuestra sorpresa, el 70% de los encuestados
dijeron no estar informados de los peligros que acarrea la ingesta de la
Coca Cola a corto y a largo plazo, por lo que el refresco no
representaba ninguna amenaza para el bienestar de su organismo. Allí se
aprecia la clásica ignorancia de los consumidores y el conformismo de
beber a ciegas el mencionado refresco, sin conocer la toxicidad de los
ingredientes que lo componen. En paralelo, un 20% de los individuos
argumentaron que aunque bebían a diario Coca Cola, se sentían muy sanos
para cumplir a cabalidad con las actividades diarias, reflejando la
aparente inocuidad del producto. Mientras que un 10% de los encuestados
evitaron responder la interrogante, huyendo con prisa del lugar o
quedándose en absoluto silencio.
La tercera pregunta fue ¿Cómo sería tu vida si no existiera la Coca
Cola? Vimos que el 75% de los encuestados, se mostraron incrédulos ante
la última interrogante formulada. Con muecas en sus rostros, risas
nerviosas y la mirada perdida en el cielo, las personas dijeron frases
como “¡WOW! creo que me moriría”, “no lo sé amigo” y “sería todo un
desastre”. En cambio, un 20% afirmó que sus vidas no cambiarían en nada,
porque seguirían teniendo otras bebidas carbonatadas a su disposición
para calmar la sed, como la Pepsi-Cola o la Big-Cola, lo que expresa la
falta de pensamiento crítico en las decisiones que toman los
consumidores. Y apenas el 5% de los encuestados, admitieron que sin la
ingesta de la Coca Cola, podrían llevar una vida más saludable y acabar
con la viciosa dependencia que generan los refrescos.
Tras analizar los resultados de la encuesta, pudimos comprobar que la
magna artillería comercial de la transnacional Coca-Cola, viene
destruyendo el discernimiento de los consumidores y la capacidad
reflexiva de la Sociedad Moderna. Es insólito apreciar el grado de
pasividad y complicidad de la gente, cuando se pone en tela de juicio
las supuestas ventajas para la salud que conlleva la ingesta de la Coca
Cola. La mayoría de los encuestados demostraron un claro desconocimiento
sobre la peligrosidad de las bebidas gaseosas, porque jamás leen la
etiqueta que se halla al dorso de los envases, lo cual agudiza la
terquedad, la omisión y la costumbre de seguir atados en el abismo de
los refrescos, sin tener la menor idea de lo que están ingiriendo.
Una gran cantidad de personas, evita a toda costa el debate,
la discusión y el choque de argumentos que con facilidad demuestran el
veneno líquido que esconden las burbujeantes bebidas carbonatadas. Para
la gente, tomarse una Coca Cola es la cosa más normal del Mundo. Es una
necesidad, un derecho y un deber. De generación en generación, se
repiten los mismos patrones de consumo, y a medida que aumenta la
población mundial, se agrandan las enfermedades heredadas por la
continua ingesta de la corrosiva droga. No hay duda que beber una Coca
Cola es un suicidio asistido, que se fragua lentamente desde la infancia
y que cuando llegamos a la etapa de la adultez, nuestro cuerpo empieza a
sentirlo con mayor fuerza por la exagerada acumulación de latas,
botellas y chapitas que habitan en su interior.
El problema se agudiza debido a la carencia de una oportuna Educación
Ambiental en el seno de las comunidades, que no entienden las
consecuencias negativas de ingerir raticidas diluidos. Un inconveniente
latente se sitúa en los comedores y cantinas escolares, donde los
muchachos tienen libre acceso a los refrescos que deterioran su sano
crecimiento. Es común que los padres no tengan tiempo suficiente para
preocuparse por la correcta alimentación de sus hijos, y prefieran
darles dinero que será malgastado en bebidas carbonatadas, golosinas y
frituras. Allí nace la adicción a la mortífera Coca Cola, a la comida
chatarra y a las gomas de mascar, que después se va estimulando en las
casas de familia, en los cafetines universitarios, en los estadios
deportivos, en los centros comerciales y demás lugares públicos.
Es por tanta apatía de los consumidores, que Coca Cola volvió a
distribuir en el año 2014 una terrible bebida energética llamada
“Surge”, que había sido prohibida en gran parte de las escuelas
norteamericanas durante la década de los noventa, debido a la desmedida
cantidad de cafeína y azúcar que tenía en su composición, lo cual era
muy desfavorable para la salud integral de los infantes. Bastó que un
grupo de entusiastas a la perversa bebida, solicitaran públicamente el
regreso del refresco mediante la red social Facebook, para que la
codicia olfateada por el omnipresente Tío Sam, no dudara en ponerlo de
vuelta en el mercado a través del portal de Amazon, sin importarle en
absoluto los daños que ocasionó en el pasado, y demostrando que no
siente respeto por la integridad física de sus propios clientes.
De igual manera, Coca Cola presentó su nueva leche de alta gama y sin
lactosa llamada “Fairlife”, que según la transnacional ostenta más
proteína, menos azúcar y mejor sabor. Su nuevo experimento de
laboratorio pretende conquistar el desayuno de nuestras familias, lo
cual seguirá aniquilando la salud de la gente, gracias a las sexistas
campañas publicitarias, a los orquestados engaños nutricionales y a una
indiferente sociedad civil que nunca abre los ojos de la verdad. No
olvidemos que la Coca Cola se vio forzada a retirar el aceite vegetal
bromado en sus famosas bebidas, siendo un producto químico usado para
retardar las llamas del fuego, y que en los Seres Humanos es capaz de
bioacumularse en los tejidos del organismo, e incluso, puede ser
transferido de madre a hijo por medio de la leche materna.
Es una lástima que muchísimos hermanos latinoamericanos, no puedan
salir del callejón provisto por la Coca Cola, y dar paso a un estilo de
vida saludable lleno de jugos naturales, ensaladas frescas y recetas
veganas. Es como si fuera una adicción a lo feo, a lo dañino, a lo que
castiga al cuerpo, a lo que crea culpa y a lo que nos deja inmersos en
una asfixiante pesadilla. Tal parece que la mayoría de los consumidores
del orbe, beberán Coca Cola hasta que la muerte los separe. La eterna
inconciencia de la gente es rentabilizada por la astuta conciencia de
las transnacionales. A lo largo del artículo, se comprobó el efecto
colateral que las bebidas gaseosas producen en el organismo. Si queremos
vivir para ver la luz del Sol, habrá que dejar la oscuridad en el fondo
de la botella.
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